Como es costumbre en este blog, en Semana Santa exploramos desde el punto de vista jurídico algún episodio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. En esta oportunidad nos detendremos en las negaciones que hizo el apóstol Pedro en la casa de Anás, reiterando hasta por tres veces que no conocía a Jesús.
Después de la última cena Jesús marchó con los apóstoles al Monte de los Olivos. Allí “Pedro empezó a decirle: «Aunque todos tropiecen, yo nunca dudaré de ti.» Jesús le replicó: «Yo te aseguro que esta misma noche, antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces.» Pedro insistió: «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré». Y los demás discípulos le aseguraban lo mismo” (Mt. 26, 33-35). Lucas relata lo mismo: “¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha pedido permiso para sacudirlos a ustedes como trigo que se limpia; pero yo he rogado por ti para que tu fe no se venga abajo. Y tú, cuando hayas vuelto, tendrás que fortalecer a tus hermanos.» Pedro dijo: «Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la prisión y a la muerte.» Pero Jesús le respondió: «Yo te digo, Pedro, que antes de que cante hoy el gallo, habrás negado tres veces que me conoces.»” (Lc. 22, 31-34). Marcos señala que Jesús dijo cuando cante el gallo por segunda vez lo habría negado tres veces (Mc. 14, 30)
Según relata Juan, al ser llevado Jesús a la casa del Sumo Sacerdote, “Simón Pedro, acompañado de otro discípulo, seguía a Jesús. Este discípulo, que era conocido del Sumo Sacerdote, entró con Jesús en el patio del Pontífice, mientras Pedro permanecía afuera, en la puerta. El otro discípulo, el que era conocido del Sumo Sacerdote, salió, habló a la portera e hizo entrar a Pedro” (Jn. 18, 15-16). Según Juan, la misma portera dijo a Pedro: «¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?». El le respondió: «No lo soy». (Jn. 18, 17). Los demás evangelistas hablan de una sirvienta que se acerca y le dice: “«Tú también estabas con Jesús, el Galileo». Pero él lo negó delante de todos, diciendo: «No sé de qué estás hablando.»” (Mt. 26, 69). Coincide con este relato Marcos (Mc. 14, 66-68) y Lucas quien también habla de una “muchachita de la casa” (Lc. 22, 55).
Posteriormente, y dado que la noche era fría, en el patio se encendió un fuego, según el relato de Juan: “Los servidores y los guardias se calentaban junto al fuego, que habían encendido porque hacía frío” (Jn. 18, 18). Pedro se acercó para calentarse, y Marcos señala que “Al verlo cerca del fuego, [la sirvienta] lo miró fijamente y le dijo: «Tú también andabas con Jesús de Nazaret.» El lo negó: «No lo conozco, ni entiendo de qué hablas.»” (Mc. 14, 67-68). Coincide Lucas: “Prendieron un fuego en medio del patio y luego se sentaron alrededor; Pedro también se acercó y se sentó entre ellos. Al verlo sentado a la lumbre, una muchachita de la casa, después de mirarlo, dijo: «Este también estaba con él» Pero él lo negó diciendo: «Mujer, yo no lo conozco.»” (Lc. 22, 56-57). Juan agrega que “Pedro también estaba con ellos, junto al fuego. Simón Pedro permanecía junto al fuego. Los que estaban con él le dijeron: «¿No eres tú también uno de sus discípulos?». El lo negó y dijo: «No lo soy»” (Jn. 18, 25). La tercera negación es contada por Mateo y se refiere al modo de hablar de Pedro: “Un poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: «Sin duda que eres uno de los galileos: se nota por tu modo de hablar.» Entonces Pedro empezó a proferir maldiciones y a afirmar con juramento que no conocía a aquel hombre” (Mt. 26, 73-74). Marcos coincide: “Después de un rato, los que estaban allí dijeron de nuevo a Pedro: «Es evidente que eres uno de ellos, pues eres galileo.» Entonces se puso a maldecir y a jurar: «Yo no conozco a ese hombre de quien ustedes hablan.»” (Mc. 14, 70-71) y Lucas narra que “Como una hora más tarde, otro afirmaba: «Seguramente éste estaba con él, pues además es galileo.» De nuevo Pedro lo negó diciendo: «Amigo, no sé de qué hablas.»” (Lc. 22, 60). El relato de Juan es un poco diferente en esta tercera negación: “Uno de los servidores del Sumo Sacerdote, pariente de aquel al que Pedro había cortado la oreja, insistió: «¿Acaso no te vi con él en la huerta?». Pedro volvió a negarlo” (Jn. 18, 26-27).
Sobre el canto del gallo, Marcos señala que sucedió por dos veces, ya que Jesús le habría dicho que antes de que el gallo cante dos veces, le negaría tres (Mc. 14, 72). Pero Mateo, Lucas y Juan hablan sólo de un canto del gallo que Pedro sintió cuando ya había negado por tres veces a Jesús (Mt., 26, 74-75; Lc. 22, 61; Jn. 18, 27).
Sólo Lucas relata que Jesús miró a Pedro después del canto del gallo: “Todavía estaba hablando cuando un gallo cantó. El Señor se volvió y fijó la mirada en Pedro. Y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente” (Lc. 22, 61-62).
En todo caso, los evangelios sinópticos dan cuenta de que Pedro salió fuera y lloró incluso amargamente. Pero a diferencia de Judas, Pedro no desesperó y pudo arrepentirse. De allí que una vez resucitado el Señor, Jesús le pregunta por tres veces si le ama. Pedro se da cuenta la razón y se entristece: “Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas»” (Jn. 21, 17).
Normalmente, se considera que estas tres negaciones fueron un acto de cobardía e incluso pecado grave al jurar Pedro que no conocía al Señor.
Pero lo cierto es que fue uno de los dos apóstoles que siguieron al Señor y que estuvieron con él mientras lo juzgaban en caso del Sumo Sacerdote. Esto quizás fue la razón por la que no podía descubrir que era uno de los seguidores del Señor, ya que de haberlo admitido hubiera sido considerado cómplice o coautor de los crímenes de los que se acusaba a Jesús: blasfemia para los judíos, y subversión política para los romanos.
Este temor a ser acusado y sancionado por esos hechos es lo que ha llevado a Pedro a negar que conocía a Jesús, aunque fuera galileo y su hablar lo delatara. Por cierto, esto no justifica las negaciones, pero las hace más comprensibles y atenúa la falta del más grande de los apóstoles, al que Jesús confió la cabeza suprema de su Iglesia.